Mucha ansiedad antes de llegar pero total familiaridad una vez dentro del Estadio Ciudad de Caseros (Estudiantes). El sábado 25, por el feriado nacional, Buenos Aires estaba bastante calma, una situación ideal para trasladarnos hacia el barrio de Caseros, a unos 40 minutos del microcentro porteño donde nos alojamos.

En la puerta comentamos la prolijidad del público cervecero que esperaba paciente en la cola de acceso. Íbamos con la lista en la mano esperando que nos dieran las seis horas que íbamos a permanecer allí para probar la mayor cantidad de cervezas posible, a pesar de que los token fueran solo 15.

Muchas nos resultaron inaccesibles o bien porque se acabaron rápido (como las belgas de 3 Fonteinen) o porque las colas eran larguísimas, como en el caso de la estadounidense KCBC o la escocesa BrewDog. Así las cosas, cambiamos la estrategia y nos dedicamos a probar lo accesible en forma relajada. Un poco porque no teníamos que hacer cola y otro poco porque cada uno que venía con una copita en la mano nos daba a probar. Y de eso se trataba, de probar, excelentes cervezas con altos niveles de lúpulo; añejamiento en barricas, hidromieles, ácidas, frutales, con vino, en fin. Todo muy rico y de calidad.

Confieso que iba en la búsqueda de las cervezas ácidas, una categoría poco explotada aún en Uruguay pero muy bien lograda en otros países. Por ejemplo, me gustó mucho la Catarina Sour Guaraná de la brasileña Lohn Bier, la Calafate Sour Braggot de la argentina Aspid, con fruto de calafate añejada en barrica de tostado medio. Riquísima.

Dentro de las sour, me sedujo la American Sour Ale de la brasileña 3Cariocas, una cerveza añejada en barrica de roble francés con frutilla y maracuyá. Otra que me gustó mucho fue la Cranberry Gose de los australianos de Bonehead Brewery, con un toque de sal y semillas de coriandro.

Los vascos de Laugar me parecieron despegados y me gustó mucho su Baskadi, una versión libre del estilo Russian Imperial Stout de 10,5% de alcohol, con nibs de cacao, madera de palo santo y uvas pasas que dio que hablar entre los asistentes.

De Índica, única cervecería uruguaya en el festival probé la Paciencia English Barleywine, una cerveza añejada durante tres meses en barrica de roble de primer uso. Muy recomendable para tomar despacito, en buena compañía, en una noche de invierno debido a su 11% de alcohol.

De Juguetes Perdidos solo me dio para probar la ametralladora AK47, su reconocida Imperial Ipa. Qué más agregar…que me quedé con ganas de más. By the way, un aplauso para la tremenda organización de un evento de esa magnitud. Obvio que hay cosas para mejorar, pero el objetivo se cumplió con creces.

La Antares 20 años – Oporto, bien recomendada por un cervecero casero de Uruguay, fue una gratísima sorpresa. Una Belgian Quadrupel añejada en barrica de oporto, bien especiada con bayas de enebro (juniper), cardamomo y pimienta, y adición de cáscara de naranja, que tenés que recordar para tu próximo viaje a Argentina. No me animé a la Titánica, que como su nombre indica y su 20% de alcohol forzado, es para audaces. Quizás en otra oportunidad.

Sí me animé a darle un «besito» a la Double Perigosa de la brasileña Bodebrow, una Strong Ale levemente amarga de 18% de alcohol.

Fuera de programa

Dos que me llamaron la atención (ya tendremos nota aparte) fueron la hidromiel de Pitanga de Costa Rica Meadery, potente en alcohol y no muy melosa. Y las producidas por la mendocina Tuut, un proyecto interesantísimo que oficia de puente entre los mundos del vino y la cerveza, con la particularidad que utiliza el método champenoise para la segunda fermentación, aplicado a los vinos espumosos en la región de Champagne, Francia con el objetivo de suavizar las burbujas.

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